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Después del primer vistazo que se suele echar a un cómic, me rondaban varias ideas por la cabeza: Por un lado, no me acaba de convencer el oso de peluche gigante que aparecía en la portada y algunas cosas más que no desvelaré ahora en una historia que yo pensaba que versaba sobre heroidicidades. Ya sabéis, obras de estas de espadas, viajes y hazañas. ¿en qué estaban pensando los autores? Por otro, el dibujo de Rubén del Rincón (Salida de clase o Nassau Views) me había atraído bastante. Claro, imaginad, estaba en mitad de un tira y afloja mental, muy importante. Situado en ese punto que odio al extremo de que me atraía más el dibujo que la historia. Eso es algo que no soporto. Pensé entonces, que estaba ante uno de esos cómics fantásticamente dibujados y coloreados, con una historia infumable a la par que absurda. Le di una oportunidad y...


Me equivoqué. No puedo negar que me he reído muchísimo leyendo a Yolán. La historia comienza de manera grotesca pero va cogiendo un ritmillo muy agradable de lectura. Me explico. Un matrimonio perfecto, de reyes guapos, con tierras, dinero y con un vástago que será el príncipe Yolán en el vientre de su madre. Todo es felicidad hasta el momento en el que el niño nace, y no sé sabe por qué, recibe una maldición. A partir de ese día, cada vez que el joven se abraza a alguien lo deforma hasta convertirlo en un ser horripilante, casi caricaturesco. El punto de partida es un poco extraño, aunque propicio para una historia de aventuras medievales.


Más o menos todo está controlado hasta el día en el que el niño, mimado y consentido hasta la saciedad, cumple trece años y se escapa del lugar donde le tienen recluido. A partir de aquí, todo el mundo le persigue. Los sabios del reino, le han criado desde pequeño y pretenden ayudarle; su padre, harto de él, para matarle, y una serie de personajes que de la manera más inverosímil se añaden a la narración. Vamos, todo un batido de acción, mundo moral, inocencia y desesperación.


Como veis, la propia trama principal de este cómic posee un buen número de elementos surrealistas que hacen de la obra algo muy gracioso. La actitud enfrentada de los sabios y del Rey, más las diferentes intrigas palaciegas nos enfrentan a una obra a tener en cuenta, principalmente, por su manera de diseminar la historia en las viñetas y su alto potencial plástico.


Además, la edición de Glènat es estupenda. En formato europeo, con tapa dura, a todo color... Vamos, una obra para tener en la estantería y vanagloriarse delante de todos aquellos amigos que dicen que los cómics son objetos para niños y que hay que aprender a leer libros si lo que pretendes es madurar como ser humano. Lo de siempre.

 

Luis Miguel Artabe